25 de diciembre de 2017

7 AÑOS, 100.000 VISITAS

"Si quieres hallar en cualquier lado amistad, dulzura y poesía, llévalas contigo".
Georges Duhamel, escritor francés. 







No hace muchos años, en Santo Domingo, República Dominicana... 

—Y ahora, mis queridos alumnos, quiero que me digáis el nombre de vuestro compositor favorito. A ver, empiezas tú, Miguelito. 
—¡Mozart! 
—¡Muy bien, Miguelito!, a ver, ahora tú misma, Merceditas. 
—¡Bach!, Juan Sebastián Bach, seño. 
—¡Excelente!, venga, te toca a ti, Federiquín. 
Eeeeeh..., uhmmm..., sí, este, eseeee..., aquel que era gordo, ¡el del chan-chan-chan-chaaaaaaaaan! 
—Bueno, vale, se llamaba Beethoven; y era sordo, no gordo..., bueno, un poco gordo quizá también. Vamos, ahora tú Ana María
—¡SCHARWENKA!  

Concierto para piano nº 4 - Franz Xaver Scharwenka 

Franz Xaver Scharwenka
Franz Xaver Scharwenka (1850-1924), compositor, director de orquesta, pianista y musicólogo alemán, ligado casi exclusivamente a la composición e interpretación de obras en las que el piano es el principal protagonista. Además de dos sonatas para violonchelo y una ópera, Mataswintha, fue co-autor, junto a Augusto Spanuth de un método para piano, además de fundador y director de sendos conservatorios en Berlín y Nueva York, siendo en esta última ciudad, en 1910, dirigido por el mismísimo Gustav Mahler, en la interpretación del expuesto Concierto nº 4 para piano y orquesta.

Ana Mª Troncoso

Saludos cordiales y FELIZ NAVIDAD, mis queridos visitantes. 

Como cada 25 de diciembre celebramos el aniversario del nacimiento de éste, vuestro blog casi favorito, ¡y ya van 7 años! Esta séptima celebración quiero y debo dedicársela a la ilustre visitante nº 100.000 del blog, ANA MARÍA TRONCOSO, amiga y asidua seguidora residente en la, sin duda, bella R.D, osea, República Dominicana. 




Supongo que tan afortunado echo ha de marcar un antes y un después para tan distinguida dama; antes, celosa de su privacidad y felizmente dedicada en sus relaciones sociales a sus círculos familiares e íntimas amistades; hoy, una celebrity admirada y envidiada en todo el mundo por el simple echo de haber echo click una vez en el enlace preciso (o diez, o veinte o treinta veces; da igual, el resultado es el mismo), pero es el precio a pagar por pasar a la Historia con el indudable honor de haber añadido un dígito más al contador de visitas de éste, vuestro blog casi favorito. Barato precio a pagar.  




Supongo, también, que dado el tiempo transcurrido desde tan alto hito, nuestra afortunada amiga ya se habrá acostumbrado a las innumerables pasarelas de la fama, al acoso mediático y a no poder dar un paso sin ser reconocida y reclamada por legiones de fans, cazadores de autógrafos y pescadores de selfies..., supongo; no es difícil imaginársela llegando al hogar al final del día, sentada, agotada, preguntándose dónde quedó su "antes de", exhalando lánguidos y nostálgicos Suspiros...  

Sospiri - Edward Elgar 


Sir Edward William Elgar, compositor británico nacido a mediados del siglo XIX, autodidacta, de familia humilde, católico y de tardío reconocimiento en la clasista sociedad británica. Las Variaciones Enigma y las marchas de Pompa y Circunstancia son sus obras más conocidas. Este precioso adagio, Sospiri, Op. 70, fue inicialmente escrito para violín y piano, formando parte de Salut d'Amour (entonces Soupir d'Amour), regalo de bodas para sus esposa Alice, aunque pronto se dio cuenta de que tenía que ser una obra aparte, renombrándola como Sospiri y reescribiéndola para orquesta de cuerdas, arpa y órgano.


Y es que estos asuntos que a veces nos parecen tan baladíes, oigan que le cambian la vida a uno de un momento a otro... 



—Pues, enhorabuena, mi querida Ana Mª; ya he verificado que no has hecho click más de 300 veces seguidas, impidiendo así el libre acceso de otros participantes, así que te confirmo como legítima ganadora del Premio Visitante nº 100.000 de ♫Momentos Florentinos♫.
— ¡Uy, qué alegría! y no, no me lo esperaba... ¿Hacer click, cuántas veces?, ¡oh, no..., qué horror!, ¿de veras?,no me puedo creer que alguien sea capaz, ¡qué desfachatez!. 
—Pues créetelo, mi estimada amiga, de eso y de cosas peores... 
Pero, en fin, vamos a lo que vamos: necesito que me digas UNA obra o pieza musical, o UN compositor que te guste mucho, mucho, mucho, para incluirlo en el post del homenaje pertinente.  
— Hummm..., sí, ya: Martucci y su Notturno
—De acuerdo, pues enseguida me pongo a ello. 
—Eeeeh, ¿puedo decirte otro que me encanta? 
—Sssssí..., claro, los que desees... 
—¡Ah, vale, qué bien! Pues Villa-Lobos y sus Bachianas brasileiras, la nº5; Sibelius y su Segunda sinfonía... 
—Muy bien, anotados están y...
—¡Elgar!, Edward Elgar y su Sospiri, me encantaaa... 
—Estooooo... 
—¡Y Scharwenka!, con su Concierto para piano nº4, ¡magnífico! 
—(...) 
Y así fue (bueno, más o menos así, quizás dada mi ligera tendencia al exceso rococoqueril, lo haya adornado un poco), y así fue, os decía, mis queridos amigos, como aquel día estuve a punto de hacerme un Sibelius... ¿Qué?, no, nooo, que va, no iba a hacerme una heroica y reivindicativa  sinfonía, me refiero a que a punto estuvo de caérseme todo el pelo. 

Sinfonía nº2 - Jean Sibelius

Jean Sibelius
Jean Sibelius, compositor y violinista finlandés, muy conocido por sus sinfonías y poemas sinfónicos, como Finlandia y la Suite Karelia. Ésta, su Segunda sinfonía es la más popular y grabada de las siete que terminó -hubo una octava que acabó destruyendo-, fue estrenada en 1902, con él mismo dirigiendo a la Sociedad Filarmónica de Helsinki y supuso la confirmación del autor como héroe nacional; eran tiempos convulsos, de lucha contra la opresión rusa. A pesar de haber sido un autor muy prolífico, su creación comenzó misteriosamente a declinar allá por 1926, al término de su Séptima sinfonía, llegando incluso a negarse a hablar de su propia música durante los últimos treinta años de su larga vida. 




En fin, que ésto empieza a parecerse a uno de esos monumentales artículos de don Manuel Águila en su An die Musik, por supuesto no en densidad, pero sí en longitud. ¡Vaya, lo que faltaba!, mi vecina acaba de poner a todo trapo el Carrie de Europe; pues ella se lo ha buscado, es hora de contraatacar, ¡a mí me va a venir con esa cantinela

Bachianas brasileiras nº 5 - Heitor Villa-Lobos 
Aria: Cantilena 

Tarde uma nuvem rósea lenta e transparente.
Sobre o espaço, sonhadora e bela!
Surge no infinito a lua docemente,
Enfeitando a tarde, qual meiga donzela
Que se apresta e a linda sonhadoramente,
Em anseios d'alma para ficar bela
Grita ao céu e a terra toda a natureza!
Cala a passarada aos seus tristes queixumes
E reflete o mar toda a sua riqueza...
Suave a luz da lua desperta agora
A cruel saudade que ri e chora!
Tarde uma nuvem rósea lenta e transparente
Sobre o espaço, sonhadora e bela. 
Tarde, una nube rosa, lenta y transparente.
¡Sobre el espacio, soñadora y bella!
Surge en el infinito la luna dulcemente,
Enfatizando la tarde, qué dulce doncella
Que se prepara y embellece soñadora,
En anhelos del alma para quedar bella.
¡Grita al cielo y la tierra toda la naturaleza!
Los pájaros callan a sus tristes quejas
Y refleja el mar toda su riqueza ...
Suave la luz de la luna despierta ahora
¡La cruel nostalgia que ríe y llora!
Tarde, una nube rosa, lenta y transparente
¡Sobre el espacio, soñadora y bella! 

Heitor Villa-Lobos
Heitor Villa-Lobos, director de orquesta, compositor y pedagogo brasileño autor de una enorme producción musical, de la cual hoy destacamos las Bachianas brasileiras, nueve exquisitas obras compuestas entre 1930 y 1945, totalmente diferentes, en las que el nexo de unión es la fusión de música barroca -influencia de su admirado Johann Sebastian Bach- y la música folclórica brasileña. Cada una de ellas tiene una formación distinta, por lo que rara vez se tocan juntas, y sus movimientos llevan por nombre y apellido un término musical barroco y otro brasileño. A pesar de ser completamente independientes, el autor quiso que fueran nombradas cada una de ellas como Bachianas brasileiras (en plural) más el número correspondiente. La que hoy traemos es la más conocida de ellas, la nº 5, para soprano y ocho violonchelos; bueno, en el vídeo sólo aparece el primero de los dos movimientos que lo componen: Aria (Cantilena) y Danza (Martelo). Este bellísimo Aria, Cantilena, quizás sea la obra más conocida de Villa-Lobos, quien posteriormente la arregló para soprano y acompañamiento de guitarra. La letra es obra de Ruth V. Corrêa.



Pues nada, mi admirada Ana María, espero que lleves bien lo de ser híper-famosa a partir de ahora, claro que si no es así, siempre puedes hacer como yo: un ser notturno


Notturno para orquesta - Martucci

Giuseppe Martucci, compositor, pianista y director de orquesta italiano. Destacó como excelente pianista ya desde niño, llegando a ser elogiado por Anton Rubistein y el mismísimo Liszt. No se quedó atrás en su faceta como director, llegando a participar del estreno del Tristán e Isolda wagneriano en Bolonia, en 1888, y cabe destacar la difusión por toda Italia de la música de los más grandes compositores europeos. En el, aproximadamente, centenar de obras de su producción musical sobresalen la influencia del romanticismo centroeuropeo y su amor por la cultura popular italiana. En esta solemne ocasión, elegimos este soberbio Notturno en sol bemol, op. 70, compuesto inicialmente para piano y arreglado posteriormente para orquesta. 




Bien, repasemos: Scharwenka, Elgar, Sibelius, Villa-Lobos y Martucci. También están Sol Gabetta, Bidu Sayao, Bernstein y Muti, estos dos últimos sé que especialmente admirados por mi agasajada e ilustre cienmilésima visitante, pero lo que sí me pareció extraño que mi agasajada e ilustre visitante no me haya pedido nada de su admiradísimo Mahler, aunque se le puede sentir en el Notturno marticciano, no es lo mismo, así que como no me quedo del todo complacido, este último regalo corre de mi cuenta. Noooo, no es que le haya encargado un retrato a mi pintor de cámara, yo sólo he enmarcado una imagen que encontré por ahí (pero ésto no tiene por qué saberlo nadie, ¿verdad?).





¡Y ya está! 
¿Queréis saber lo más importante de todo esto? Pues, aparte de que con este post he aprendido más de música que en los 7 años que llevo escribiendo en éste vuestro blog casi favorito, imaginar que al otro lado del Atlántico, a unos 6000 km. de distancia, quizás haya, al menos, una bella persona muy apreciada, poseedora de un alma sonriente capaz de irradiar toda su alegría por todo su, ya de por sí, afortunado entorno. 

Gracias de corazón, Ana María Troncoso. 














23 de diciembre de 2017

Feliz Navidad 2017

"El agradecimiento es la parte principal de un hombre de bien". 
Francisco de Quevedo, escritor español. 




Cuando una persona a la que apenas conoces, te regala desinteresadamente un estupendo lote de discos de música, eso es... Navidad
Entre esos discos hay no pocas obras que aún no figuraban en mi discoteca particular, como el célebre Cascanueces de Tchaikovsky, con cuyo Vals de las Flores os deseo una muy FELIZ NAVIDAD y un próspero AÑO NUEVO.


Dedicado con gran gratitud a Merche.


El Cascanueces - Vals de las Flores 
Piotr Ilych Tchaikovsky













7 de junio de 2017

Divertimento nº 6

"Antes de poner en duda el buen juicio de tu mujer, fíjate con quien se ha casado ella". 
(Proverbio egipcio). 




Hola, de nuevo, a todos. 
Por favor, pasad y ponéos cómodos, pero sobretodo, escondéos y guardad silencio, será sólo un momento. Estoy a punto de darle un regalo sorpresa a mi amantísima esposa, ¡qué nervios!, shhhhhh... 

Veréis, hoy es nuestro noveno aniversario de bodas y llevo preparando esta sorpresa mucho, pero mucho tiempo, con gran esfuerzo y dedicación por mi parte. Durante ya varios meses he empeñado la mayor parte del poco tiempo libre de que dispongo -bueno, y algo más que le he robado al sueño y a algunos otros quehaceres cotidianos-, en el exhaustivo, entusiasmado, apasionado y patológico aprendizaje y posterior ensayo del estupendo -y estupefaciente- Preludio nº. 1 en Do mayor BWV 846, con que da comienzo ese gran monumento a la pedagogía musical conocido como "El clave bien temperado", del ilustre genio Johann Sebastian Bach




¡Ay!, sí, fueron meses de largas, repetitivas, monótonas y machaconas sesiones de darle a las teclas, una y otra, y otra, y otra vez; error tras error, por miles debieron de contarse, no menos de a volver a empezar, y venga, y dale, y venga y dale, hasta que con mucha constancia y pasión, el objetivo fue conseguido. Ni siquiera soy consciente de haber prestado atención a algún otro sonido, natural o artificial, producido durante ese periodo de tan alta abstracción musical, más aún os confieso, así en petite comité, que espero no haber recibido ningún mandado de la susodicha, cuyo cumplimiento ésta se empeñe en demandar, pues de la misma forma que me habrá entrado por un oído, me habrá salido por el otro, o cualquier otro orificio que comunicare con el exterior sin previo paso por el procesador de materia gris. 


Pero, en fin, todo esfuerzo requiere algún sacrificio, ella lo comprenderá, más aún, me atrevo a pronosticar que enseguida olvidará cualquier pequeño desaire involuntario que pudiera o pudiese haberse producido, en cuanto descubra el precioso disco que le he grabado con mis heroicos logros al teclado. Ella es tan comprensiva y dulce, la quintaesencia del saber estar, la encarnación de la finura y la delicadeza echa mujer, la... ¡cuidado, que ahí viene!, shhhh...  



No, no, nooooo, no penséis mal; gustar le ha gustado, eso es... la típica reacción producida por... ¡los nervios!, sí, eso, ya sabéis, la emoción del momento; además se ve perfectamente, en el lenguaje corporal; sí, sí, sí, vamos, que le ha encantado. Estoooo..., en lugar de salir todos de nuestro escondite y darle el preceptivo ¡SORPRESA!, ¿qué os parece si nos vamos retirando despacito y en silencio, como que no ha pasado nada?, más que nada por no sobrecargar emocionalmente tan tensa felicidad. Además, así ya tenemos el binomio completo... ¿Cómo que cuál?, pues está claro, ¿no?: el Preludio... 
...y la Fuga.


* * *


¡Oh, pobre Bach!, me pregunto si él también habrá pasado por situaciones similares... 

-¡JOHANN SEBASTIAN BAAAAAAAACH!, ¿SE PUEDE SABER DONDE DIABLOS TE HAS METIDO? 
-¡ARRIBA, EN EL ALTILLO! Y NO GRITES TANTO, ¡QUE NO SOY BEETHOVEN!
-¡¿QUIÉN?! 
-¡BAH, DA IGUAL! A ver, ¿qué pasa ahora? 
-Pues que tienes que llevar a Catharina Dorothea, Wilhelm Friedemann, Carl Philipp Emanuel, Johann Gottfried Bernhard, Gottfried Heinrich, Elisabeth Juliana Friederica, Regina Johanna, Johann Christoph Friedich, Johann Christian y Johanna Carolina a las actividades extra-escolares, que luego mucho quejarse de que no aprenden ni ponen interés. 
-Estoy muy ocupado, que los lleve Regina Susanna, que fue la última en llegar. 
-¡Pero si sólo tiene dos años, pedazo de acémila! 
-¿Y no los puedes llevar tú, mi querida Anna Magdalena? 
-¡No!, estoy leyendo. 
-¿Y qué lees que es tan importante? 
-Pues el libro que me dedicaste, ¡animal! 
-Pero ¿aún no lo has terminado?, si es muy pequeño. 
-¡HAZ EL FAVOR DE NO CAMBIARME DE TEMA CUANDO TE HABLO!, ¿y tú, qué haces tú, ahí todo el santo día encerrado? 
-Temperando el clave. 
-Temperando el clave, temperando el clave... ¡Mejor me temperabas la aspiradora, que está la casa echa una pocilga! ¡VAMOS HOMBRE, ESPABILA Y NO ME HAGAS ENFADAR, QUE ME CONOZCO! ¡Y, DE LA QUE VIENES TRAE NUECES, QUE TENGO ANTOJO! 
¡Jesús, qué hombre, hay que andar todo el día tras él. 
Tanto temperar, tanto temperar... 



* * *


Antes de que os vayáis y como supongo que os habéis quedado con las ganas de profundizar en el conocimiento sobre la obra descrita, os recomiendo visitar mi blog musical preferido, cuyo autor, además de amigo, es un maestro en la exposición sencilla, asequible y condensada, de los innumerables artículos sobre la vida y obra de los grandes compositores clásicos de todos los tiempos. Podéis encontrarlo en el siguiente enlace: 



Bueno, gracias a todos por venir, yo me voy a ver si encuentro algo con que limar posibles asperezas, sed buenos y felices, y además contadlo.


A ver, algo relacionado con aniversario, hummm... con el noveno, hummm... bodas de ¡arcilla!, sí; veamos arcilla, arcilla, hummmm... ¡barro! ¡Ya sé!




Unchained Melody 















29 de enero de 2017

Seis personajes en busca de Amor (y II)

"La vida es un arco iris que incluye el negro". 
Hermann Keyserling, filósofo alemán. 







(Enlace directo a la primera parte).


*   *   *

-Quinto personaje: DIVINA DE LA MUERTE.



Como ya os dije, soy un lince deduciendo, por lo que no me fue difícil saber que aquel dolor de casi todo que sentía y aquellas estrellas de colorines parpadeantes sobre un fondo negro debiéronse a que había sufrido un leve desmayo, algo que confirmaron mis ojos al abrirse y mostrarme a un atento Bartholomew con el frasco de amoniaco en una mano y un vaso de agua en la otra, Milord, Milord, oh, menos mal que os recuperáis. Sí, como para no recuperarme, ¡pero no sé si gracias al asqueroso sabor del amoniaco en la garganta, al inodoro agua en mis fosas nasales, a los lametones de Canelo o a los golpes con mi mejor disco de Glenn Gould con que la sin par Maribé se afanaba en abanicarme!, pensé, afortunadamente sin fuerzas aún para la expresión oral. 
Vale, vale, dejadme, ya estoy bien, les dije intentando ser lo menos cascarrabias posible dada la situación, al fin y al cabo, cada uno de ellos, a su manera, se habían preocupado por mí, A ver, a ver, apartáos un poco para que pueda recuperarme, y cual telón de teatro abriéndose, apartáronse las tres cabezas de mi inmediato campo de visión, tardando mi cerebro en dar la orden de enfoque preciso y, tardando aún más, en procesar e identificar la visión de aquella imponente silueta negra que, aún inmóvil, parecía expresar resignación, Dejad que me levante y ya... ya... ahhhhhhh... ¡plof! Sí, volví a desmayarme mientras veía aquella cabeza encapuchada moviéndose lentamente de izquierda a derecha, y apuesto a que, de poder verlos, sus ojos apuntaban al cielo mientras dejaba caer pesadamente los brazos y que su pensamiento resumíase en un suspirado Ten paciencia, Divina
Y, de nuevo, volví en mí por segunda vez. 
Y, de nuevo, volví a desmayarme. 
Y, sí, lo que imagináis, hubo una tercera vez. 
Y una cuarta, y una quinta... 
Os ahorro las descripciones de las sucesivas veces, dejando que deis alas a vuestra imaginación y, mientras lo hacéis, os regalo una pequeña selección de coros de cantatas del gran Bach, como banda sonora, más que nada para evitar que vuestro imaginar se convierta en un tedioso e insulso ejercicio. Son sólo 137 minutos, quizá sean pocos para tanto desmayo, pero, bueno, siempre podréis recurrir al repeat, ¿verdad?




Y así hasta la enésima recuperación, tras la cual mis opciones de desmayo fueron cortadas de raíz por la siniestra y, hasta entonces resignada y paciente, visitante, por el efectivo método de alzarme en el aire con la facilidad de la mayor de las más descomunales grúas industriales que os podáis imaginar, asiéndome por el cogote y, acercando mi desencajado rostro a su encapuchada cabeza para decirme con una, tan femenina como implacable, voz que no daba lugar a llevarle la contraria, Ahora tú y Yo vamos a salir ahí fuera a tener una pequeña charla. Ni que decir tiene que volví a desmayarme, ¡Que se fastidie, quién se creerá ésta, venir a darme órdenes a mi propia casa!; dije, triunfante, antes de sucumbir; ¡ah, no, no, no!; y vosotros no le quitéis valor al hecho de haberlo dicho en una voz tan baja que quizá sólo fuera pensamiento, ni tampoco a que la femme fatal hiciera caso omiso llevándome en volandas al exterior, en donde me devolvió a la vida -qué cosas- a base de restregar mi rostro por la helada y húmeda montaña de nieve que tengo por jardín; ¿Mejor?, preguntaba la susodicha entre zarandeo y restregón, Mejor, verdad, autorespondíase ella misma, pues vamos a sentarnos en el porche y hablamos; no puse objeción alguna, el aire fresco parecióme el único aliado que encontraría aquella noche, pensaba yo mientras nos sentábamos en el tronco que hacía las veces de rústico banco, pegado a la barandilla y frente a la ventana del salón, a través de la cual pude ver como, entre la niña-terremoto y el can-tornado, celebraban con gran algarabía, saltando y trepando sobre el imperturbable Bartholomew que éste hubiera conseguido, al fin, conectar y hacer funcionar aquel diabólico juguete musical que el muy poco inspirado Papá Noel le había dejado a la pequeña diabla. Y bien, a ti qué te pasa, inquirióme la Terminator, con un hablar tan glacial como piadoso, casi maternal, que aún daba más miedo que el silencio, sin ni siquiera mirarme, los dos parecíamos una pareja poco avenida mirando la caótica escena de la tele-ventana, Me -aquí os ahorro mis nerviosos tartamudeos, por no añadir más dramatismo-, me pasas , respondíle a la vez que, milímetro a milímetro y disimulando sin éxito, trataba de ir poniendo distancia entre ambos sobre el frío asiento, Yo, no fue esta vez pregunta, ni siquiera retórica, sino suspiro afirmativo, Sí, tú, tú, eres... ¡la Muerte!, yo también quise afirmar sin preguntar, y, francamente, y no te ofendas, añadí buscando la mitigante diplomacia, sólo se me ocurre una cosa que puedas hacer aquí, tragué saliva y seguí escarbando en el pozo diplomático, y no es que yo esté diciendo que no sepas hacer muchas otras cosas, que seguro que sí sabes, y seguro que muy bien, pero, bueno, ya sabes, tu oficio..., creo que le solté todo ésto sin respirar y con las reservas de saliva y aire agotadas, así que resolví que lo mejor que podía hacer en ese momento era volver a desmayarme.

-‒No estoy de servicio..., cortó tajante. 
...imbécil, sentenció más tajante aún, desbaratando el nuevo intento de síncope, dejándome en una posición tan embarazosa y grotesca que mi organismo se negó a reaccionar más allá de un leve tamborileo dactilar sobre ambas rodillas, Si estoy aquí no es por voluntad propia, sino por la de tu ocurrente Creador, el disparatado guionista de todo esto; de Él fue la idea de invitarme a tu peculiar fiesta de Nochevieja, contigo y tus tres amigos y, antes de que digas nada, que ni falta que hace, te diré que, aunque al principio parecíame otra de sus descabelladas ideas, ahora, viendo el percal, he de confesar que no me desagrada del todo, ¡y que ni siquiera se te pase por la cabeza que una servidora está necesitada de ninguna de vuestras estúpidas emociones!, si me quedo es por... echar una mano, sí, por eso y... ¡porque no está mal salir de la rutina de vez en cuando!, mientras me iba soltando su discurso creí descubrir en la misma vocecilla una ligera variación tonal, ligeramente modulada hacia ¡Hacia nada!, ¿qué te acabo de decir?, cortóme de nuevo, ¿Me lees el pensamiento?, protesté, pues que sepas que tal hecho lo considero una grave violación de la intimidad, amén de una imperdonable falta de educación, seguí protestando, pero esta vez con más visibilidad, alzando y moviendo enérgica y aleccionadoramente el dedo índice de la mano diestra, gesto, de nuevo inútil, ignorado por la segadora, quien levantóse por sorpresa provocando el lógico desequilibrio del inestable banco y el consiguiente aterrizaje forzoso de mis posaderas en el suelo, aún resuenan en mi cabeza las carcajadas de la nena, el aullido del can, el impasible y profesional gesto del entrenado doméstico y la mal disimulada indiferencia de la justiciera. Si yo también pudiera leerle la mente, apostaría por cuatro palabras: Tonto hasta decir basta. 
Encontrábanse en no menos bufa situación los tres ocupantes de la sala, la pequeña Maribé, alzada a la altura de la ventana por el paciente Bartholomew, de cuyo elegante frac balanceábase, asiéndose con fuerte mordedura de los faldones, mi desconocido, por alterado, Canelo, ¡Tito, tiiiiiiiiiitooooooo, Diviiiiiiiiiii..., volved a sentaros que va a empezar el espetáculo!, gritaba como una posesa tirando con toda su fuerza de la ventana, No tires Maribé, murmuré yo sin fuerzas para gritar, sin fuerzas y sin ganas, ¡para lo que iba a servir!, No tires, empuja, que la ventana se abre hacia afuera, que así no podrás; pues nada, que sí, que pudo, abrió la ventana, el marco de la ventana y gran parte de lo que no era ni ventana ni marco, y ya ni siquiera pared, saliendo todos despedidos, maldita inercia, contra la pared opuesta, suerte que ya se encontraba despejada la estancia, reconvertida ahora en abierto escenario, y lo único que quedaba por destrozar era la valiosísima copia de La Nymphée de Bouguereau, que pasó de embellecer la mencionada pared a servir de sombrero al susodicho trío. Mientras, en el exterior, tenía lugar el mejor mannequin challenge de la historia por supuesto, no por número de participantes, dos -claro que sin contar a toda la fauna y flora de los alrededores-, pero sí por la perfección de la inmovilidad exhibida, la mía sentado en el suelo, sin sangre en las venas y mirando al ídem, y la de la sinsangre enlutada, en pie, tiesa como una vela, mirando al cielo, como buscando respuestas en las estrellas, cuyos centelléos semejaban crueles carcajadas.
Tú aquí. Tito, al lado de Divi, acomodábanos la pequeña, nerviosa, ya de nuevo en el inestable banco del exterior, justo frente a la ex-ventana, ahora reconvertida en improvisado escenario. Parece ser que un nuevo desmayo, éste ya más leve -debía estar acostumbrándome-, me impidió escuchar los ¡Huy, huy, huy!, Canelo, el tito se va a enfadar contigo, mira lo que has hecho, de la irresponsable sobrina, los pequeños aullidos de falsa culpabilidad del cándido chucho y los educados refunfuños del buen sirviente mientras recogía escombros y demás restos del desaguisado, De ésta no cobro los atrasos ni para cuando me jubile. Divi, la ha llamado la peque, caramba, cuánta familiaridad; por lo visto, también debí perderme las presentaciones en cualquiera de mis recesos cerebrales, Hola, yo soy Mari Beyoncé, pero puedes llamarme Maribé; éste es Bartholomew, el mayordomo de mi tito, y éste es Canelo, su mascota, ¿y tú, cómo te llamas?, Divina, respondióle la recién llegada, agachándose y tocándole la sonrosada mejilla a la niña, pero puedes llamarme Divi. ¿Me permitís vuestro... atuendo, señora?, ofrecióse diligente el criado, Señorita, guapo, corrigió la doña, y si tocas mi túnica..., ya sabes, terminó la terminadora, quedando así explicada la imposibilidad de describir hasta el momento lo que quiera que hubiese bajo aquel oscuro hábito. 
¡Damas y caballeros, presten atención, el chou va a comenzar!, anunciaba a grandes voces y con gran teatralidad la pequeña protagonista, turnándose en dar bocados a los pedazos de tarta que sostenía en cada mano, mientras Bartholomew le indicaba con el pulgar hacia arriba que todo estaba listo, mientras con el índice de la otra mano pulsaba la tecla play del ya mencionado artefacto reproductor conectado a la tele. ¡Con ustedes... 





...Las Ketchup! Ay, Señor, ésto no puede estar pasando, pero sí, allí estaba dando saltos como una posesa, intentando inútilmente llevar el ritmo y cantar leyendo de una pantalla, por supuesto a destiempo, pero divirtiéndose como nunca, con Canelo de pareja de baile, estorbándose mutuamente, cayéndose y levantándose una y otra vez, perdiendo y encontrando e intercambiándose aplastados trozos de tarta. Sabíase la desgarbada, tanto la endemoniada letra como el disparatado bailecito, que para otras cosas más académicas no era muy dicha que digamos, pero, aún totalmente descompasada, no falló ni un paso, ni un aserejé. Afuera, seguíamos sentados, en nuestro mannequin particular, sólo roto momentáneamente por Bartholomew al salir y posicionarse de pie, detrás nuestro, con una bandeja en la reposaban unos espirituosos a los que nadie hizo caso alguno. Yo, miraba la opereta abochornado, qué pensará de ésto la aquí presente, sentada a mi diestra, ¿De veras te interesa lo que pienso?, preguntó la susodicha, se me había olvidado que podía leer el pensamiento y, por lo visto, a ella que tal proceder parecíame una grave falta de educación, Te noto un poco confundido, nada, que no hace caso ni de mis pensamientos, ¿Quieres que ponga fin a esto?, prosiguió sin hacer el mínimo gesto, ¿Lo harías, por mí?, pregunté girándome hacia ella, mirando su fantasmal quietud, Claro, ya sabes que en eso soy única, sentenció y levantóse de repente, dirigiéndose poderosa al interior de la casa. ¡¡¡NOOOOO!!!, grité tras el inevitable vuelco del dichoso banco y mi nueva caída, grité con todas las fuerzas que me quedaban, que ya de por sí eran escasas, grité mientras me levantaba, grité mientras resbalaba y me volvía a levantar, ahora ayudado por el samaritano sirviente, quien sentóme de nuevo en el banco, haciendo él lo propio en el sitio antes ocupado por quien ahora veíamos acercarse a la joven artista, aplaudiendo... ¿aplaudiendo? 
¡Aplaudiendo! -estoy seguro, ¿habéis notado que esta vez no me he desmayado?-, sí, aplaudiendo, a la pequeña diva que, jadeante, sudorosa y rebozada en merengues y chocolates, hacíanos a todos cómicas reverencias tras su inolvidable debut escénico. Aplaudíamos mecánicamente, como hipnotizados, los dos sedentes espectadores, mientras veíamos como la cómplice encapuchada introducía un nuevo disco en la diabólica máquina y le decía algo a la pequeña, quien, primero hizo un gesto como de ¿De verdad?, no me lo puedo creer, ¡yupiiiii!, y después, aplaudiendo, corrió -cayéndose tres veces, pues aplaudir y correr a la vez tampoco parecía entrar entre sus escasas habilidades físicas- hasta lo que antes era ventana para anunciarnos la buena nueva...



¡Atención, señoras y señores!, declamaba, toda sofocada, a grandes voces y no menos exagerados aspavientos, la feliz infanta, A continuación la gran artrista Divina va a cantar mi canción más favorita, para, acto seguido volver corriendo -y, de paso, atropellando al pobre Canelo, tanto o más revolucionado que ella, pero sin saber porqué- y acabar echos un ovillo a los pies de la nueva actuante, ambos bien dispuestos al acompañamiento coral y danzarín. Pero lo que ocurrió nada más empezar los primeros acordes de aquella canción, cuyo estribillo tantas veces había escuchado berrear a la pitufa, a mí me dejó seco y, por lo visto, al,  ya de por sí, seco Bartholomew, también, pues no dejó ni una gota en las copas que posaban en la bandeja que aún sostenía ceremoniosamente... 





Comenzaban los primeros acordes del dichoso temita y tras asegurarse la parca nuestra hipnótica atención, diónos la espalda al respetable mediante un lento girar acompañado de unos leves movimientos bien acompasados para, inmediata e inesperadamente abrirse la lóbrega vestimenta que la cubría por completo e ir despojándose de la misma tan lenta y profesionalmente que tuve serias dudas de que éste, por el que es conocida, no fuera en realidad su primer trabajo; sospecha poco profundizada en su análisis pues, segundo a segundo, aquello iba siendo cada vez más surrealista. Quitóse la capucha dejando al descubierto una cuidada media melena de grácil flequillo, lacia, suelta y de un brillante color... ¡rosa chicle! Contorsionó hacia atrás por la cintura para seguidamente volver a la vertical, enfrentada a la absorta audiencia, descubriendo al fin un rostro marmóreo, tan blanco y pulido que resultaba tan terriblemente atractivo en su belleza, como aterrador en su inaccesible expresión. Continuaba en creciente movimiento danzante y mirando a niña y can, admirada y patidifuso respectivamente, terminó de arrancarse el hábito y volteándolo en el aire, dejóselo caer encima, gesto altamente celebrado por ambos con gran algarabía, mientras trataban de librarse, entre tropiezos, risas y aullidos, de la cúpula textil. Conseguida la proeza, volvieron y volvimos a quedarnos fascinados, ellos sin dejar de cabriolear y nosotros sin dejar de ¡nada! Lucía la moderna expiradora, un negro y ceñido vestido negro, atirantado en hombros y casto escote recto, acabado en una graciosa faldita, hasta medio muslo, en varias capas, siendo la externa una volátil y mera gasa de barroquísimo y delicado encaje. Un ancho cinturón de cuero negro, remaches y hebilla plateados con forma de calaveras -como no- ponía la frontera entre norte y sur. 

Y mirando hacia ese sur, dejábanse ver unos centímetros de un par de largas y finas columnas de alabastro que tenía por piernas, siendo éstas cubiertas en casi toda su imaginable opulencia por sendas medias estampadas con los colores del arco iris que siguiendo hasta su parte más baja veíaselas esconderse en el interior de dos  acogedoras botas Converse rosa chicle, en graciosa sintonía con la cabellera y unas cuidadas, y no muy largas, uñas, amén de unos finos labios tan inexpresivos como el conjunto de aquel rostro en el que bajo unas bien dibujadas y finas cejas, destacaban dos enormes ojos de una negrura y profundidad insondables.  



Seguíamos pasmados el sirviente y un servidor ante el vodevil ofrecido, quizás un poco menos el primero, al que sorprendí en mirada furtiva, llevando el ritmo de la música con el pie. Lo cierto es que tanto la coqueta Muerte como su peculiar cuerpo de baile, compusieron una más que aceptable coreografía, por supuesto adecuada para otra situación menos dramática, pero niña y can jamás se lo pasaron tan bien e incluso la ¿joven?, de edad indefinida, parecía disfrutar de la situación, o quizás, deduje por sus retadoras miradas, sólo se regodeaba en la lectura de nuestros desordenados pensares, el caso es que reaccioné. Y, para variar, mal. Bartholomew, mi querido amigo, dije sin mirarle, pero posando mi mano sobre su hombro más próximo, ¿puedes arreglar ésto? ¡Oh, por supuesto, Milord!, respondió y tras colocarse innecesariamente su impecable chaqueta estirando de la cintura hacia abajo, púsose en pie, ignorando mi nueva caída, y dirigióse con paso firme y decidido hacia el circunstancial proscenio. Haciendo caso omiso de la risotada post-caída de costumbre, sentéme de nuevo y pude ver como el fámulo, tras breve conversación, cambiaba el disco del dichoso aparato, extraño acto muy celebrado en el interior, ¿qué haces, Bartholomew?, pregunté al aire, con apenas un hilo de voz, no siendo necesaria respuesta alguna, dado lo inmediatamente acontecido...





Apenas comenzó a sonar aquella conocida y pegadiza tonadilla, lanzóse el traidor criado a imitar a la del pelo rosa, arrancándose la chaqueta y volteándola por encima de las cabezas, dejóla ir do quiera que la inercia la llevare, sumergiéndose en un danzar tan frenético como mestizo, adornado con pasos tan variados, copiados de cualquiera de los estilos que hayáis conocido, como etéreos y acrobáticos, tan propios de un Nureyev, como de un campeón olímpico de gimnasia, retando abiertamente a sus acompañantes, que entre palmas y saltos turnábanse en enérgicas réplicas plagadas de imposibles contorsiones, piruetas y toda clase de molinos, molinillos y molinetes. Una auténtica bacanal para los sentidos de la que, ya os podéis imaginar, no conseguí ver el final. 
Desperté yo solito, sin ayuda, ya ni se ocupaban de un pobre desvalido, ¡a dónde vamos a llegar!, pensé mientras veía a la juvenil Morticia acercarse a mí, Pues, tú, como sigas así, no muy lejos, guapo; y dale con leer el pensamiento ajeno, qué manía, Don, es un don; aunque, no creas que tanto; a veces, y no señalo a nadie, es bastante aburrido. Apuntilló la muy Señora Sincera. Y deja de pensar tonterías y ve pensando en adecentarte un poco para recibir a tus invitados, añadió. Y antes de mi natural pregunta, agachóse frente a mí, pegando su pálido rostro coronado en rosa al mío, más pálido aún, si cabe, va a besarme, pensé, no quisieras, cortó, y señalando a mi espalda, añadió: esos. 



-Sexto personaje: TÚ.




Miré detrás de mí y allí estabas tú. Allí estabais vosotros. ¡Todos! 
Sí, vosotros sois el Sexto Personaje. 
Os vi venir en procesión, ascendiendo por el serpenteante sendero hacia esta acogedora montaña a la que os invito a completar la agenda de baile de esta peculiar celebración. Aún lejos, no distingo vuestros rostros, sólo las centelleantes antorchas con que vencéis la oscuridad de la noche. 

Venid, sed bienvenidos, dejadme aquí, más abajo, en comentarios, o por el medio con que más fácil os sea comunicaros conmigo, dejadme, os pido, la canción, el tema, de la época o estilo que más os agrade, que queráis bailar esta noche festiva. Yo os prometo que, a no mucho tardar, será incluída en este bullicioso post. 

Ahora, mientras termináis la larga ascensión, he de descansar e intentar recuperarme de tanta emoción. Lo necesito... 



Nella testa ho un campanello
L'italiana in Algeri - Rossini
(Tengo la cabeza como un campanario
La italiana en Argel - Rossini).

Libreto y traducción: Kareol.es

Final del Acto I:

ISABELLA
...Vuestra esposa se quedará con vos...

MUSTAFÁ
Pero ese no es el caso...

ISABELLA
Ese hombre se queda y será mi esclavo.

MUSTAFÁ
Pero eso no puede ser.

ISABELLA
Idos al diablo entonces: 
vos no sabéis amar.

MUSTAFÁ
¡Ah, no! Escuchad... calmaos... 
(para sí)
¡Ah! Me va a volver loco.

ELVIRA, ZULMA Y LINDORO 
(Aparte, riendo)
¡Ah! Le está transformando 
de león en asno.

TADDEO, MUSTAFÁ, ELVIRA, 
ZULMA, ISABELLA, LINDORO, HALY
La cabeza me da vueltas,
confundida con semejante lío...
Como un barco navegando hacia las rocas 
estoy/está a punto de naufragar.

CORO
La cabeza le da vueltas, 
estoy a punto de naufragar

ELVIRA
Tengo una campana en la cabeza 
repicando din, din.

ZULMA E ISABELLA
Mi cabeza es una campana 
repicando din, din

LINDORO Y HALY
Tengo un enorme martillo en la cabeza 
golpeando tac, tac.

TADDEO
Me siento como una corneja, 
que desplumada hace cra, cra.

MUSTAFÁ
Como un cañón disparando 
mi cabeza hace bum, bum.

TADDEO, MUSTAFÁ, ELVIRA, 
ZULMA, ISABELLA, LINDORO, HALY
La cabeza me da vueltas,
confundida con semejante lío...
Como un barco navegando hacia las rocas 
estoy/está a punto de naufragar.

CORO
La cabeza le da vueltas, 
está a punto de naufragar...




—Tito, titooooooooooo, mira, ¡Divi me ha regalado un tambor!









ANEXO I


Damos la bienvenida a las tres primeras valientes que, de entre todos vosotros, mis queridos amigos, lectores y visitantes, se han animado a poner su guinda musical en esta especial noche festiva; ¡y qué tres valientes!, grandes y amigas blogueras a las que muchos ya conocéis. 




Clara Sil, profesora de primaria en Buenos Aires, Argentina, creadora del blog 


especializado en el mundo de la educación, pero en el que algunas veces -pocas- la autora se nos desvela como la estupenda escritora que lleva dentro y otras veces -pocas también- nos cuenta, con gran cariño y simpatía, las aventuras y desventuras vividas con sus pequeños alumnos, sus nenes, sus chiquitos, a los que todos mandamos un beso desde aquí. Clara nos ha traído una estupenda selección musical, a cargo de dos de las más grandes estrellas del universo jazzístico: Ella Fitzgerald y Louis Armstrong! Delicatesen... 




Imaginad la estampa: cuatro parejas  bailando abrazadas durante casi una hora, con contínuos ¡cambio de pareja!, anunciados a grandes voces, risas y atragantamientos -con sus toses y consiguientes erupciones buconasales- por la pequeña gritona. Por si no os hacéis a la idea, os cuento una de las estrambóticas combinaciones: por supuesto, e inaugurando solemnemente el bailoteo, Clara y un servidor, en el centro de la sala; muy cerca, nuestras dos siguientes invitadas -que os presentaré a continuación-; por todas partes a la vez -que sí, que es posible, los que tenéis nenes lo sabéis-, Maribé y Canelo y, discretamente apartados, Bartholomew y Divina, sorprendiéndome esta atípica pareja, no ya por lo entregado en el abrazo danzarín que veía a mi fiel sirviente, posando disimuladamente su mano diestra -o diestra mano- bastante más abajo de la cintura de la rejuvenecida matadora de lo que las leyes del saber estar recomiendan, sino porque ésta parecía importarle muy poco tanta osadía. 




Carmen de Loma, seudónimo con el que firma sus obras esta estupenda escritora, vocacional desde muy temprana edad que, mientras termina de darle forma a su primera novela -todos: ¡ánimo!-, nos va dejando, de vez en cuando, algunas muestras de su buen hacer en su blog 


blog lleno de fantasía, ciencia ficción y terror, entre otros géneros, amén de varias colaboraciones con otros amigos escritores y blogueros. Carmen se mostró tan encantada de venir como indecisa a la hora de elegir un tema musical -los nervios, supongo-, cediendo en mi persona tan alta responsabilidad; grata tarea, cuyo buen cumplimiento no me costó mucho pensar, más bien nada... 




Todos, unos en mayor medida que otros, tenemos imaginación; tan sólo os pido que la echéis a volar,  entrad en esta fiesta y tratad de imaginaros lo aquí acontecido durante este baile; merece la pena, yo lo he hecho, varias veces, diría que hasta durante horas, con todas las combinaciones posibles y resultados dignos de figurar en la mejor de las Antologías del Disparate; resultados que dejo a vuestra imaginación, a mí no me quedan vidas suficientes para contároslos. ¡Volad! 



Thelma García, creo es la Telemann de los blogueros. Raro el día en que no encontremos una de sus publicaciones, lo cual tiene gran mérito, pues al ser la mayoría de éstas reseñas literarias, es algo que conlleva una primera atenta lectura de la obra que más tarde ha de desgranar en su estupendo blog 


especialmente dedicado a dar visibilidad a los muchísimos escritores que, sin el apoyo de grandes editores, intentan salir adelante en tan difícil mundo. No faltan tampoco reseñas de otros blogs -éste que estáis leyendo también tuvo su momento de gloria-, ni entretenidas entrevistas a autores ¡y hasta a sus personajes!, un acierto que le da un aire mucho más atractivo al, ya de por sí, blog de blogs. Nos trae Thelma una alegre danza medieval con la que, bailando todos juntos, nos despedimos hasta el próximo Anexo II, que haber, habrálo, sólo si vosotros queréis. ¡VAMOS, A BAILAR!  








¡ADIÓS AMIGOS Y GRACIAS A TODOS!